GRACIAS POR FORMAR PARTE DE "COMO UNA LUNA EN EL AGUA"

abril 08, 2009




Égloga del ángel



Autora: Griselda Espiro



El cartel vial, que indicaba curva y contracurva, rozaba con algún yuyo matrero, improvisado violín del viento. El sol, hostia de fuego, se guardaba lento para que no doliera la noche, y los pájaros como en un sagrario, aquietaban sus alas en un rezo. Cuánto espacio tenían las horas, y qué lejano se veía el camino. Apenas podía divisar al paisano, bolsa en hombro que silbaba un chamamé. -Adiós -me decía, y yo le sonreía, con la mirada esfumándoseme en la polvareda. El cielo descendía con cada estrella que cobraba intensidad, y el olor del aire me paría de nuevo.

Cada tanto en el sosiego algún vehículo mordía terrones hasta el eco de la ruta, pero al instante, se recomponía ese silencio vivo que me permitía suceder descalza sobre el rocío, piesitos trigueños de siesta estival. Vivir era tan simple como tomar agua de pozo fresquita y hacer el recuento de los gansos y los patos que formaban fila detrás del paraisal, o como las marimonias y las margaritas hechas ramilletes para la imagen de la Virgen, o como la rodaja de pan casero tibio que acompañaba el mate a la hora de la novela.

Tras la hoja abierta de la ventana, me despertaban el apetito los aromas de la cocina.
-¡Vamos, adentro! -me decía la Abuela, con firmeza para que obedeciera, pero yo seguía jugando, aprendiz de poeta, sabiéndome amada, volando... sin imaginar el chistido de la lechuza, mientras el vaivén de mi sillón en la vereda vieja de ladrillos, le ponía diapasón a la serenata de grillos, y por allá enfrente, sobre una lomada, dos luciérnagas acometían un faro, con la intermitencia misma de la niñez hecha canto.

29-09-2005

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