GRACIAS POR FORMAR PARTE DE "COMO UNA LUNA EN EL AGUA"

abril 29, 2009

Craquelé




Autora: Griselda Espiro




Arbitrio solapado


es agonía del mientras.



Solemne muerte chiquita


la del día que se fue,


cinta imparable


que corre los rostros



y devela la marca



y otorga la ventaja de haber sido



y pergeña el orificio de nacer para el instante.




01-05-2007



abril 26, 2009

Habida cuenta...




"La cicatriz no es más que la trinchera
desde donde responderé a quien me llame."

Lupe Barquiza




Si de asomarme por las hendijas comprobé que había cielo,

y respiré

y pude

y puedo sobrevolarte, y puedo

sobrevolarme,

exenta de las maneras

sin la aviesa pena de lo que perdí

sin el presupuesto inútil de lo que perdería,




qué más da:

inocente, culpable o desidiosa,

no me cabe el regreso

y te contemplo

como quien mira en el propio espejo

el paso necesario

entre sentirse y ser.

Autora: Griselda Espiro

07/08/2008



abril 23, 2009



INÉDITO



Autora: Griselda Espiro



Ni la hiedra del vecino ocupándome la ventana. Ni el cielorraso desprendido por los extremos en la casona de Doña Cándida. Tampoco el perro barbilla de enfrente, especie de Mandrake abrepuertas, corsario de las gomas de los autos, enemigo íntimo de las llantas.


Ni se diga, Doña Mary y sus dolencias físicas. El chiste veloz del carnicero, que descuida la balanza. Las papas negras y barrosas que vende Pedro, la cacerola humeante de las doce. El vino tinto en la copa de Luis, la servilleta de tela blanca y el pan recién horneado de la abuela. El sol que me inundó de vida esta mañana, la azalea rosada que no para de florecer. El viento sur que me sosiega. El mate amargo, el desorden de mis zapatos.


Nada de eso será noticia ni hoy ni mañana.


Ni mi mamá diciéndome: “abrigate que hace frío”. Ni el beso de mi sobrino Milton, ni el pelo suave de mi gata…

El camino de vuelta, el paraguas, los libros, el cenicero en desuso, la foto con el cigarrillo apagado de Cortázar. Mis fantasías, mis lágrimas zonzas, la puerta abierta del placard. Mi perfume de Coty. Mis uñas casi largas.


Nada de eso será noticia, sin embargo, la vida me atraviesa en cada pequeña hazaña. Y no renuncio al abrazo sentido, a la charla, al son de una guitarra, al asado del domingo, a los niños en las plazas, a las miradas a los ojos, a las palmas extendidas, a la primera gota de lluvia, al olor a tierra mojada.


No me coarta que los caminos no figuren en los mapas. Amo los atajos escondidos, el vértigo de las hamacas, el roce de la arena en los pies, el agua salada. El pasto fresco. La muñeca que dejé abandonada, el poema que no terminé.


Nada de eso será noticia ni hoy ni mañana… pero en los subtítulos de mi almohada tipografié retoños que serán siete veces primavera. Copié los cantos de los pájaros con negrilla time new roman y dibujé castillos con puentes levadizos y escalinatas de roca lapislázuli.


Ni las arañas que tejen encajes de plata, ni los cisnes que danzan en el lago de las rosas de nácar… Nada publicarán mañana. Mejor, así nadie advierte que no quema el fuego verde del Dragón.

02-10-2008

abril 22, 2009

Necesariamente



“En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.”
Alejandra Pizarnik




Saudades de mujer
que se anima y sortea
su esquizofrenia de gataflora
y niega y confiesa y pega
diez evidencias entre cien condenas.

Un globo terráqueo le gira encima
aunque ningún giro consigue
retornarla.

Tiene fuelles de culpas
soplándole la oreja, entonces
obedece y vuelve,
pero ningún mandato le restaura
los sones y los soles, y puede
que no se encuentre,
porque no está.

Mira la burbuja donde se recrea
y le solventa inquietudes la carencia
de haber perdido
trayecto en los trayectos
(necesariamente).




Autora: Griselda Espiro                                           28-11-05

abril 19, 2009

Herida de nacer


“la vida puede ser un vendaval
que sacude mis sueños y tus duendes
pero
la vida tiene obligación de muerte”

Mario Benedetti



Cuántas vidas en esta vida,
con la herida de nacer bosquejada en la garganta.
Maneras que orientaron el tallo hacia la flor.

Postas atrás, la mirada.

Espuma de permanencia y trago que no se bebió.

Cuántos cielos en este cielo de abrazos y migajas.

Alguien pasó por aquí,
alguien no tiene tiempo,
ahora.


Autora: Griselda Espiro
14-03-2007

abril 15, 2009


Alas ligeras a la muerte
(para que se vaya)



Autora: Griselda Espiro

Una quietud de horas en duermevela le empastaba la boca y le imponía ronqueras azules en la garganta roja. Veía desde lo alto una calle, ruidosa, tragimágica, como de cera derretida y fuego, cinta movediza con asteriscos y líneas de colores que se desplazaban echando claridades, tal vez, sobre algún rostro, algún ceño fruncido, algunas palideces de nube sin agua.

Drásticamente abjuró el vicio con el último cigarrillo, estrujó el paquete vacío y caminó sobre la senda gastada de los otros, al tiempo que filtraba, entre sus piernas adormecidas, el viento gris del pasillo gris. Sospechaba infiernos en cada sonido, la herían los maullidos y las caídas estrepitosas de los gatos sin dueño, los cuchicheos, el envión de los ascensores, los gemidos, la tapa de una olla, las ruedas del carro y el tubo de oxígeno que vibraban sobre andamios de urgencia o ese runrún de las palomas en las cornisas; y sus pichones, desprevenidos del alba, anidando en los huecos de los muros, esos muros que gritaban sin voz ni asombro, así las palomas no se marchaban.

Ella sabía, los miedos apretujados en el vientre. Los dedos exiguos de señalar razones. Pero no resignaba la esperanza, y oía, silenciosa. Cadente y silenciosa. Sola entre familiares soledades, las sentencias de los vigías inermes.

¿Quién pudiera modificarle el peso a la vida cuando se cae, y ponerle alas, alas ligeras a la muerte? A la muerte sí, para que se vaya.

Blanca de no querer pasar por lo que pasaba, tenía tanto cielo sin rezar en las estampitas de su cartera. Todavía le quedaban, las caras de los ángeles, mirándola, por las hendijas de las puertas cerradas.

¿Cuál hambre? ¿Cuál sed? ¿Cuál cansancio anestesia el dolor de una despedida?

Bajó la escalera donde los pisos húmedos y ni siquiera marcó sus pisadas. Salió hacia la calle que parecía lejana. La sobrevolaron las palomas. Los muros le gritaban, apiñándole los hombros con un ábaco de recuerdos. ¿Quién se llevó las palabras?
Era otoño incipiente. Amanecía noche un día de marzo.


23-02-2006

abril 13, 2009

Primapiedra




Autora: Griselda Espiro



Quién se autoproclama juez
y resuelve casto
(perdón, oh verdugo)
cuando sabe que alguna vez
cerró la puerta
y al volver no estaban
ni el pálpito ni el púlpito ni Dios.

Quién no desoye los lamentos
y luego gime
con su clavo y su madero
hasta la próxima resurrección.

Quién dice no soy como aquél
para después ni ser.

09/09/2005

Tres fases

Autora: Griselda Espiro

Fase 1

Delicia en la mirada.
Palabras de arena
y el beso
besándome.


Fase 2

Un sol a pleno
el deseo
en un tuve tiempo sin tiempo
y edad sin edad.


Fase 3

La visa del sueño
y más allá de la ceguera
en la playa sola del después
el amor muriéndose.


01-07-2005

abril 11, 2009

Flashes



Compañía
La mujer se miró al espejo y vio la soledad
acariciándole la espalda.


Desatino
No era serio aquel hombre, se robó una flor y me dijo te quiero.


Indiferencia
La hojarasca le abrazaba los pies, otoño en celo. Aún así,
fue primavera.

Autora: Griselda Espiro

22-12-07

abril 09, 2009

Esquina de medianoche




Autora: Griselda Espiro



El perro ángel que ignora, por costumbre, al auto que pasó.
La común ausencia, en dominó con una fatiga que también se fue.



¿Quién dice soledad sin primero sentirse solo?

Alguien se golpea la boca, y el grito
reverbera con dibujos de escalas
que trepan los canteros de la plaza.
Almas y destellos de almas,
rosas,
bajo un rocío
que purifica pasto y aire, poniéndole aureolas
a las luces amarillas que parecen blancas. Un rocío
ajeno
a los recovecos de las palomas
y a los recintos de las sombras (de esas,
las muy sombras,
que pergeñan ardides, para que una vez más,
sobre el sendero de baldosas rojas,
un hombre y una mujer
se mientan eternidad).

La quietud me incorpora
hasta respirar
los vértices fríos,
me busco en derredor,
indago los espacios
y resuelvo con una zozobra pagana.
Soy presencia que no impide
el remolino de las hojas,
me recrea en paralelas la noche,
sin mirar que miro
las agujas del reloj.


¿Quién dice soledad sin primero sentirse solo?


13-05-06

abril 08, 2009




Égloga del ángel



Autora: Griselda Espiro



El cartel vial, que indicaba curva y contracurva, rozaba con algún yuyo matrero, improvisado violín del viento. El sol, hostia de fuego, se guardaba lento para que no doliera la noche, y los pájaros como en un sagrario, aquietaban sus alas en un rezo. Cuánto espacio tenían las horas, y qué lejano se veía el camino. Apenas podía divisar al paisano, bolsa en hombro que silbaba un chamamé. -Adiós -me decía, y yo le sonreía, con la mirada esfumándoseme en la polvareda. El cielo descendía con cada estrella que cobraba intensidad, y el olor del aire me paría de nuevo.

Cada tanto en el sosiego algún vehículo mordía terrones hasta el eco de la ruta, pero al instante, se recomponía ese silencio vivo que me permitía suceder descalza sobre el rocío, piesitos trigueños de siesta estival. Vivir era tan simple como tomar agua de pozo fresquita y hacer el recuento de los gansos y los patos que formaban fila detrás del paraisal, o como las marimonias y las margaritas hechas ramilletes para la imagen de la Virgen, o como la rodaja de pan casero tibio que acompañaba el mate a la hora de la novela.

Tras la hoja abierta de la ventana, me despertaban el apetito los aromas de la cocina.
-¡Vamos, adentro! -me decía la Abuela, con firmeza para que obedeciera, pero yo seguía jugando, aprendiz de poeta, sabiéndome amada, volando... sin imaginar el chistido de la lechuza, mientras el vaivén de mi sillón en la vereda vieja de ladrillos, le ponía diapasón a la serenata de grillos, y por allá enfrente, sobre una lomada, dos luciérnagas acometían un faro, con la intermitencia misma de la niñez hecha canto.

29-09-2005

abril 05, 2009

Mensaje



Autora: Griselda Espiro


Dile a la que fui,
que me habita todavía
donde la corte celeste de su risa
y el eslabón verdiazul de su tristeza.
Dile que juega en mi gesto con el desenfado de un sol,
que no aprendí a ser
sin ella,
que no me juzgue si la negué,
y comprenda,
fue cabal estrategia.
Dile que le guardo los brillos,
le atesoro la música,
le relevo los poemas cursis y la envuelvo
con olor a tabaco rico y el ruido
que hacen al estrujarlos, los paquetes vacíos de los cigarrillos.
Dile que la espero en el banco recién pintado de una plaza
con el vaticinio del rezo y la fábula de un romance nuevo,
con las cuentas de nácar por series de diez
y el después de una promesa.
Dile que no estaba tan equivocada
pero que por favor...
no insista con lo de la otra mejilla.


21-10-2006

abril 04, 2009

Completud




Autora: Griselda Espiro


Sucederé no cabe un punto y aparte
aparte de ayeres no tendría presentes
presentes que fluyan futuros rosas
rosas que perfumen con o sin heridas de espinas
espinas que me capaciten para seguir naciendo
naciendo desde los fragmentos cortos largos huecos
huecos de no pude y hoy puedo menos
menos lazos y más certezas
certezas de cuáles distancias son cercanía
cercanía que no duela pero resista
resista montañas que van a Mahoma o ardores de la otra mejilla
mejilla acotada mejilla encallecida o mejilla de acero
acero como yelmo que salve que impida
que impida otro golpe otra lanza otra soledad
soledad pudiera desamor no
no cabe un punto y aparte
aparte de mí
mi vida

11-01-07

abril 03, 2009



Fuera de Abril


Autora: Griselda Espiro


Caminó hasta el bar, posó el gesto en la pantalla de video clips. Intermitente como las carteleras, le pidió fuego al pibe del ciber. Miraba y miraba el suelo sosteniendo el peso que cargaba en el pecho, cuando instintivamente pidió pista aventando la última lumbre de su cigarrillo. Se abrochó la campera. Guardó los puños cerrados en los bolsillos, y el quid y el desatino juntos, puestos a ser, en un bollito de papel. Cruzó la avenida -desprevenido- a escasa distancia del atropello con unos locos carnavalescos en un tuning volador. Viró la cabeza y siguió, con los ojos vítreos en la niebla del enésimo cigarrillo. Y al espejear de su figura sobre un escaparate, se vio. Solo. Era el prestidigitador de las sombras, hilvanando gemidos y silencios sobre la faz del no tengo.

La noche era Nadie. Nadie, apoderándose de las almas rotas. Nadie, desbaratando las luces verdes, rojas, azules, naranjas, violetas de la fuente de los deseos. Nadie, vaciando los ecos junto al crujir de cien hojas amarillas. Nadie, con barajas de luna nueva y un reloj, que cortaba los aires con temblores de gong.

Iván debía llegar a casa. Dormir para ir despierto al trabajo y que no lo sancionaran. A casa. Con el perro Floyd y la gata Marí. Escucharía radio, accedería a la red, y por ahí, tal vez con el chat, alguien le diría mieles. Un intento más para evitar esa búsqueda inconsciente de Abril, en derredor de Nadie. Abril, que se llevó el sosiego y hoy, tampoco llamó. Y no llamará, ni mañana ni pasado. Iván lo sabe pero no encuentra sitio para lo que siente, y le duele. Le arde, le pica ese límite confuso entre un pasado temprano y un presente tardío.

El hielo flácido de su aliento lo determinó a tomar un taxi, y después de una curva laaarga entre pensamientos estériles y diálogos monosilábicos con el chofer, llegó. Fuera de Abril, la casa era Nadie. Como la noche, el pibe del ciber, los locos del tuning, las luces de la fuente, el gong del reloj. Preparó un café mientras Marí saltaba de su letargo a la silla más próxima. Una, dos, tres cucharadas de azúcar y por fin, ese ruido de hogar con la cucharita revolviendo dentro de la taza, y ese remolino, oscuro pero dulce, y un aroma, un calor. Y Marí, sobre la falda estrechando su manita que engancha la trama del pulóver, y un ir... acostumbrándose para que la casa, la noche, la vida fuera de Abril, no sean Nadie, a pesar de haber perdido aquella otra identidad, la de hombre feliz.

28/05/2005

Pasajeros



Autora: Griselda Espiro


I

Posó la risa leve, la palabra leve y la mirada leve
como un pájaro que revoloteaba cielos de incienso.

Dejó correr la dádiva. Sostuvo la copa.

(No intentó más que el viento dentro del viento.)

II

Tener un hombro cerca equivale a veces
a querer cerrar los ojos y esconder
margaritas en los bolsillos de nadie.


III

Con la secuencia lógica de las cosas lógicas,
abordará otros barcos
hasta fugar el deseo a puertos extraños

y no encallará

y no sufrirá averías

(tampoco morirá de amor
tras oír el canto de la sirena).

29-09-2007

abril 01, 2009

Venecia sin ti




Autora: Griselda Espiro



“Ante mi soledad
en el atardecer
tu lejano recuerdo me viene a buscar.”

Charles Aznavour


Fijaré la máscara
y no sospecharás mis infiernos,
carnaval de azules y platas, medusas y sarcófagos,
la góndola me lleva
con los ojos detrás de la mirada.

Muero en el ondear de mi falda
y destello vida (de mentira) con mi capa carmesí.
Venecia me sangra
y una maga blanca predice Amor.




29-12-07