GRACIAS POR FORMAR PARTE DE "COMO UNA LUNA EN EL AGUA"

febrero 21, 2010

LOS CAMBIOS


Aparejo de postergadas maneras. Inquietud y displicencia: los cambios no esperan, somos nosotros los que esperamos para cambiar. Sin más atención que la de estar vivos, la pasión nos emerge próximos de la vida siempre; aunque dormidos o recelosos, pequeños moradores del ya fui, dilapidamos felicidades potenciales y prolongamos la asepsia a merced de no contaminarnos con emociones que delaten un precedente estado de mediocridad.


Es tan cómodo dejarnos pasar en la cadencia conocida de todas las cosas. Salvaguardar lo durable como equivalente de lo bueno, ocupar las horas a sabiendas del paso siguiente, y del paso que le seguirá al paso siguiente. No avistar otros horizontes entre abismos sino mirar hasta acá, para no tener que saltar, por las dudas, porque no vaya a ser… porque estamos más o menos pero podríamos estar peor, porque la tranquilidad es necesaria, sí.

Vedar la imaginación nos involuciona. Mentirosos parapetos nos acomodan la vida tan adentro de la supervivencia que tememos asomarnos a la vida real y trascendernos. Pequeños, nos ajustamos la correa de los miedos y caminamos confiados, sin advertir que cualquiera podría empujarnos y trastabillar.

Nos acontece como cierto lo probado, lo conocido y proliferamos costumbres de otros. Nos repetimos y nos estresamos en parecer. Olvidamos sentir con ganas, recrear la magia, el toque de insensatez, la amalgama de los pedazos de cada uno de los que fuimos.

Si este día nos preguntásemos ¿por qué no? Si este día nos viéramos la cara al espejo con el interés de sabernos, de querer contar con nosotros mismos como los principales aliados. Si este día, por caso, rompiésemos más de una regla y saliéramos del páramo para atrevernos al oasis. Si corriéramos el riesgo de perder las cuentas del ábaco sin que nos importe recomenzar el conteo tantas veces como amerite soslayar la aritmética y dejar de calcular para estimar, para querer, para soñar.

Si detuviéramos cinco minutos la rueda y escuchásemos nuestro corazón. Apartados de las memorias que no han sido, fuera de programa, capaces de revertir las tendencias, con los años sirviéndonos de palanca y la fuerza en directrices de pensamiento claro, con la fe bien puesta: estandarte de lucha y compensación de silogismos agoreros.

Si aplacásemos el desconcierto con la preparación. Si buscáramos conocernos y descorrer los preconceptos, aprender para concluir después, en lugar de negar antes. Si abriéramos los ojos y los oídos y fuéramos humildemente grandes con cada logro, hasta engarzar los eslabones hacia una cadena resistente y contenedora.

¿Qué tendremos para perder si nos perdemos de ser? ¿Cuándo si no ahora?

Sesenta minutos de sesenta segundos conforman una hora, cada segundo, cada minuto es parte de esa hora. Cada pequeño acto nos dirige a la hora de vida que queremos vivir.

Los cambios son arribos posibles. Puertas alternativas. Y no siempre se trata de lanzarnos al vacío sino de asimilar, aquilatar y proyectar certezas construidas ladrillo por ladrillo. Certezas muy nuestras, como semillas destinadas a germinar y crecer. Sendero de hormigas. Perseverancia. Esbozo y dibujo. Mapa inédito. Revuelta si hace falta. Pasaje o posicionamiento. Luz de otra estrella, esencia animada, y propósito en firme: celebración del ser y el suceder.


21-02-2010


Griselda Espiro