GRACIAS POR FORMAR PARTE DE "COMO UNA LUNA EN EL AGUA"

mayo 27, 2009

RAQUE DEL TIEMPO DE AZAHARES


Autora: Griselda Espiro






I


Hubo lumbre que dejó

manchas de humo sobre la pared.

Cinceles que grabaron los nombres

en las gruesas maderas de las puertas cerradas,

álguienes que voltearon las llaves, vacilantes, sin faz

en los cajones estoicos del no volverte a ver.

Hendijas en los nudos (de las palabras)

que me astillaron de adiós.





II


Amor escribías.



III

Y aquel destino vuelve, aventajado de nada,

empuja las puertas y no precisa las llaves.

Y cae. En un ahora despoblado y perdido,

y se abre paso, y jala de los muros, precipitoso,

sin latidos. Y duele, otra vez,

cadente, dulce y ceniza,

como la página de tu poema.




IV

Las letras me absorben. Un frío me sacude,

me atiranta, y luego,

un aroma enervante relaja mis labios.

En el cuello me acaricia

una sarta de cuentas de coral

mientras, el vidrio sucio del retrato

chirría

donde el peso de mi dedo.




V

Puedo verte,

puedo verme,

tras las sombras,

amor, tangible, amor.

Y aunque ya no importe,

sospecho quién secó los naranjos

cuando aún era tiempo de azahares.



04-03-06

mayo 13, 2009

Pleamar



Autora: Griselda Espiro




Y no sabe de alquimias la pena


con que se paga una dicha


y la piel no posee razones


porque no existe más prisa


que la de sentir.



Y en ese afán loco y hermoso


se rompe de cielos la envoltura


y queda expuesta la identidad más oculta


y el mundo se cae


con su perfume y su marea.



Y se busca la salida en la frontera con el otro,


y entonces,


se dibuja el abrazo,


se acometen paraísos en saltos que no advierten


la impiedad del vacío.



Y se ama, se ama,


ciegamente se ama,


y el mundo se cae


con su perfume y su marea.



18-4-2009

mayo 07, 2009

La esquela



¿Palabras dichas o dichas sin palabras?

Canción del alma sorda que por sorda canta.

Lupe Barquiza



Una palabra no escrita surca

el vacío del papel. Ella la inventa,

la pinta de amarillo y la vuelca

(arena tibia sobre sus pechos).


No importa si es aurora y recién

fue noche para la noche. Ella se abraza

al olor clandestino que impregnó su almohada.

¿Cuál tiempo no es una trampa?

Él no dijo amor, pero escribió:

hasta mañana.

Autora: Griselda Espiro

23-04-2005



mayo 03, 2009

Moratto



Autora: Griselda Espiro


Flores de ensueño en el ojal del viento. Remembranzas. La locura tiene sabores extraños y convida a los que no pudieron, que hicieron carne del amor.

Él se olvidó de este mundo que seguía andando. Lo deambuló, manso. Se dejó durar.  La pena y la obsesión enquistadas le abrieron un abismo en el pecho. El paisaje lo incorporó con su estampa borrosa en las calles. Tenía silencios en los bolsillos rotos del saco gris y expiró v      yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy                                arias veces como los gatos.

La barba le escondía alguna que otra mueca cuando diafanizaba el humo del cigarrillo que armaba. Las lágrimas solían despegarle las pestañas y le remontaban los párpados hasta unas cejas pinchudas y entrecanas. Un cacho de intemperie le anidaba en los surcos de la piel. Labios pequeños, de aspecto deshidratado, orejas alargadas, melena corta, un par de huecos en el rictus. La mirada noble y buceadora… Moratto.

Le pesaban las piernas enfermas de várices, úlceras y otras plagas. Una circulación pésima. El vientre hinchado por la cirrosis, con un aliento de alcohol y tabaco, fermento de bodegón.

Caballero gentil, conversaba las fábulas. Con modales finos y frazadas de papel. Era un pan de Dios, Moratto, y más de un vecino intentó rescatarlo pero la bohemia se lo llevó al carajo y le firmó las auroras de soledad.

Un camino de poesías te abriga en las veredas de mi memoria, y un viejo jazz me suena con lo ronco de tu voz. Te evoco y me duele el amor, Moratto. Decían que amaste hasta el extremo, que por ella dejaste una vida de señorito educado, que tu familia portaba linaje, que fuiste procurador, que llevabas libros contables de administraciones bien remuneradas y, me consta, dominabas el inglés.

Corazón de crisantemo y escarchas en pedo. Dormías entre los muertos en algún banco de mármol. Tenías las madrugadas incrustadas en los huesos pero el escabio ayudaba a calentarte el triperío. Dandi sin espejo. Hasta delirabas con comer y repartías para todos.

A dónde te fuiste, Moratto. Con el paso lleno de cansancio de vivir, con los pantalones manchados de tierra y pis. Te escuchaba en la ventana del kiosco, me saludabas con tu sonrisa pastosa entre marrón y amarilla. Decías cosas tan lindas.

Prestidigitador de los espacios exteriores, te seguíamos el juego, Croto querido. Te quedaste duro en el cementerio. Tu ánima se elevó a los cielos y vaya a saber si la muerte te liberó del estigma. 

Te recuerdo, Moratto, y me viene una congoja a la garganta.

La locura tiene sabores extraños y convida a los enamorados irredentos, a los poetas, a los tristes y a los puros como vos.

Septiembre 2008