GRACIAS POR FORMAR PARTE DE "COMO UNA LUNA EN EL AGUA"

junio 28, 2009

CASI SOLA



Autora: Griselda Espiro




A tres pasos caminaba la soledad,


la invité a pasar y le dije:


no me escoltes, relévame.



Giró desconcertada


apostándoseme en los ojos,


no quiso ser mientras yo no era


aunque atisbó la tristeza.



¿Por qué no te quedas


si casi estoy sola?



Miró con ironía


me espetó que no sienta.



Tienes razón, me dijo,


estás casi sola.



27-06-2009


junio 26, 2009

PRÓRROGA

Autora: Griselda Espiro


Horas idas,


horas que se irán...


desde un calendario quieto


que vacila desapegos


con escaramuzas de satén.


Un dejar


los besos en espera


y una cuenta que


agrede y agrega


amor


para mañana.



30-04-2004

junio 20, 2009

SENTIR



Autora: Griselda Espiro



Renacer cada mañana


cual si bebiera eterna copa.


Elevarme azul y viento,


sentir fluir vivir.



Emancipar sin lides las horas


usurpándoles un minuto perfecto.


Sospecharte mío en un hálito nuevo,


sentir reír seducir.



Secar mis lágrimas grises


con tu pañuelo sin manchas.


Sosegar mi espíritu inquieto,


sentir sufrir asumir.



Allanar caoba la mirada,


fundir tu sombra con mi ego.


Sedienta de paz, orillar el olvido,


sentir morir huir.



Asirme a un vasto y propio silencio,


descorrer albores, salvar a Eros...


Besos, manos y alas,


sentir sentir sentir.

07/05/2002

junio 14, 2009

ROMPECABEZAS



Autora: Griselda Espiro



¡Cómo me encuentro?


Cómo junto mis partes de antes con mi cisma de ahora.


Cómo revierto mis sures y mis nortes,


mis laberintos, mis puertas abiertas, mis soledades viejas y nuevas…


¡Cuánto tiempo?


Cuánta nada me queda por los caminos que no sé.




Febrero 2009

junio 03, 2009

BARLOVENTO



Autora: Griselda Espiro




No repares en mí.



Desquicia la brújula, abre la noche, juega,


vacílame el aire con la amenaza del beso,


róbate mi carta mar adentro,


sucede sin vistas ni amaine,


endílgame el flagelo,


ama


pero no seas.




16-09-2005

mayo 27, 2009

RAQUE DEL TIEMPO DE AZAHARES


Autora: Griselda Espiro






I


Hubo lumbre que dejó

manchas de humo sobre la pared.

Cinceles que grabaron los nombres

en las gruesas maderas de las puertas cerradas,

álguienes que voltearon las llaves, vacilantes, sin faz

en los cajones estoicos del no volverte a ver.

Hendijas en los nudos (de las palabras)

que me astillaron de adiós.





II


Amor escribías.



III

Y aquel destino vuelve, aventajado de nada,

empuja las puertas y no precisa las llaves.

Y cae. En un ahora despoblado y perdido,

y se abre paso, y jala de los muros, precipitoso,

sin latidos. Y duele, otra vez,

cadente, dulce y ceniza,

como la página de tu poema.




IV

Las letras me absorben. Un frío me sacude,

me atiranta, y luego,

un aroma enervante relaja mis labios.

En el cuello me acaricia

una sarta de cuentas de coral

mientras, el vidrio sucio del retrato

chirría

donde el peso de mi dedo.




V

Puedo verte,

puedo verme,

tras las sombras,

amor, tangible, amor.

Y aunque ya no importe,

sospecho quién secó los naranjos

cuando aún era tiempo de azahares.



04-03-06

mayo 13, 2009

Pleamar



Autora: Griselda Espiro




Y no sabe de alquimias la pena


con que se paga una dicha


y la piel no posee razones


porque no existe más prisa


que la de sentir.



Y en ese afán loco y hermoso


se rompe de cielos la envoltura


y queda expuesta la identidad más oculta


y el mundo se cae


con su perfume y su marea.



Y se busca la salida en la frontera con el otro,


y entonces,


se dibuja el abrazo,


se acometen paraísos en saltos que no advierten


la impiedad del vacío.



Y se ama, se ama,


ciegamente se ama,


y el mundo se cae


con su perfume y su marea.



18-4-2009

mayo 07, 2009

La esquela



¿Palabras dichas o dichas sin palabras?

Canción del alma sorda que por sorda canta.

Lupe Barquiza



Una palabra no escrita surca

el vacío del papel. Ella la inventa,

la pinta de amarillo y la vuelca

(arena tibia sobre sus pechos).


No importa si es aurora y recién

fue noche para la noche. Ella se abraza

al olor clandestino que impregnó su almohada.

¿Cuál tiempo no es una trampa?

Él no dijo amor, pero escribió:

hasta mañana.

Autora: Griselda Espiro

23-04-2005



mayo 03, 2009

Moratto



Autora: Griselda Espiro


Flores de ensueño en el ojal del viento. Remembranzas. La locura tiene sabores extraños y convida a los que no pudieron, que hicieron carne del amor.

Él se olvidó de este mundo que seguía andando. Lo deambuló, manso. Se dejó durar.  La pena y la obsesión enquistadas le abrieron un abismo en el pecho. El paisaje lo incorporó con su estampa borrosa en las calles. Tenía silencios en los bolsillos rotos del saco gris y expiró v      yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy                                arias veces como los gatos.

La barba le escondía alguna que otra mueca cuando diafanizaba el humo del cigarrillo que armaba. Las lágrimas solían despegarle las pestañas y le remontaban los párpados hasta unas cejas pinchudas y entrecanas. Un cacho de intemperie le anidaba en los surcos de la piel. Labios pequeños, de aspecto deshidratado, orejas alargadas, melena corta, un par de huecos en el rictus. La mirada noble y buceadora… Moratto.

Le pesaban las piernas enfermas de várices, úlceras y otras plagas. Una circulación pésima. El vientre hinchado por la cirrosis, con un aliento de alcohol y tabaco, fermento de bodegón.

Caballero gentil, conversaba las fábulas. Con modales finos y frazadas de papel. Era un pan de Dios, Moratto, y más de un vecino intentó rescatarlo pero la bohemia se lo llevó al carajo y le firmó las auroras de soledad.

Un camino de poesías te abriga en las veredas de mi memoria, y un viejo jazz me suena con lo ronco de tu voz. Te evoco y me duele el amor, Moratto. Decían que amaste hasta el extremo, que por ella dejaste una vida de señorito educado, que tu familia portaba linaje, que fuiste procurador, que llevabas libros contables de administraciones bien remuneradas y, me consta, dominabas el inglés.

Corazón de crisantemo y escarchas en pedo. Dormías entre los muertos en algún banco de mármol. Tenías las madrugadas incrustadas en los huesos pero el escabio ayudaba a calentarte el triperío. Dandi sin espejo. Hasta delirabas con comer y repartías para todos.

A dónde te fuiste, Moratto. Con el paso lleno de cansancio de vivir, con los pantalones manchados de tierra y pis. Te escuchaba en la ventana del kiosco, me saludabas con tu sonrisa pastosa entre marrón y amarilla. Decías cosas tan lindas.

Prestidigitador de los espacios exteriores, te seguíamos el juego, Croto querido. Te quedaste duro en el cementerio. Tu ánima se elevó a los cielos y vaya a saber si la muerte te liberó del estigma. 

Te recuerdo, Moratto, y me viene una congoja a la garganta.

La locura tiene sabores extraños y convida a los enamorados irredentos, a los poetas, a los tristes y a los puros como vos.

Septiembre 2008

abril 29, 2009

Craquelé




Autora: Griselda Espiro




Arbitrio solapado


es agonía del mientras.



Solemne muerte chiquita


la del día que se fue,


cinta imparable


que corre los rostros



y devela la marca



y otorga la ventaja de haber sido



y pergeña el orificio de nacer para el instante.




01-05-2007



abril 26, 2009

Habida cuenta...




"La cicatriz no es más que la trinchera
desde donde responderé a quien me llame."

Lupe Barquiza




Si de asomarme por las hendijas comprobé que había cielo,

y respiré

y pude

y puedo sobrevolarte, y puedo

sobrevolarme,

exenta de las maneras

sin la aviesa pena de lo que perdí

sin el presupuesto inútil de lo que perdería,




qué más da:

inocente, culpable o desidiosa,

no me cabe el regreso

y te contemplo

como quien mira en el propio espejo

el paso necesario

entre sentirse y ser.

Autora: Griselda Espiro

07/08/2008



abril 23, 2009



INÉDITO



Autora: Griselda Espiro



Ni la hiedra del vecino ocupándome la ventana. Ni el cielorraso desprendido por los extremos en la casona de Doña Cándida. Tampoco el perro barbilla de enfrente, especie de Mandrake abrepuertas, corsario de las gomas de los autos, enemigo íntimo de las llantas.


Ni se diga, Doña Mary y sus dolencias físicas. El chiste veloz del carnicero, que descuida la balanza. Las papas negras y barrosas que vende Pedro, la cacerola humeante de las doce. El vino tinto en la copa de Luis, la servilleta de tela blanca y el pan recién horneado de la abuela. El sol que me inundó de vida esta mañana, la azalea rosada que no para de florecer. El viento sur que me sosiega. El mate amargo, el desorden de mis zapatos.


Nada de eso será noticia ni hoy ni mañana.


Ni mi mamá diciéndome: “abrigate que hace frío”. Ni el beso de mi sobrino Milton, ni el pelo suave de mi gata…

El camino de vuelta, el paraguas, los libros, el cenicero en desuso, la foto con el cigarrillo apagado de Cortázar. Mis fantasías, mis lágrimas zonzas, la puerta abierta del placard. Mi perfume de Coty. Mis uñas casi largas.


Nada de eso será noticia, sin embargo, la vida me atraviesa en cada pequeña hazaña. Y no renuncio al abrazo sentido, a la charla, al son de una guitarra, al asado del domingo, a los niños en las plazas, a las miradas a los ojos, a las palmas extendidas, a la primera gota de lluvia, al olor a tierra mojada.


No me coarta que los caminos no figuren en los mapas. Amo los atajos escondidos, el vértigo de las hamacas, el roce de la arena en los pies, el agua salada. El pasto fresco. La muñeca que dejé abandonada, el poema que no terminé.


Nada de eso será noticia ni hoy ni mañana… pero en los subtítulos de mi almohada tipografié retoños que serán siete veces primavera. Copié los cantos de los pájaros con negrilla time new roman y dibujé castillos con puentes levadizos y escalinatas de roca lapislázuli.


Ni las arañas que tejen encajes de plata, ni los cisnes que danzan en el lago de las rosas de nácar… Nada publicarán mañana. Mejor, así nadie advierte que no quema el fuego verde del Dragón.

02-10-2008

abril 22, 2009

Necesariamente



“En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.”
Alejandra Pizarnik




Saudades de mujer
que se anima y sortea
su esquizofrenia de gataflora
y niega y confiesa y pega
diez evidencias entre cien condenas.

Un globo terráqueo le gira encima
aunque ningún giro consigue
retornarla.

Tiene fuelles de culpas
soplándole la oreja, entonces
obedece y vuelve,
pero ningún mandato le restaura
los sones y los soles, y puede
que no se encuentre,
porque no está.

Mira la burbuja donde se recrea
y le solventa inquietudes la carencia
de haber perdido
trayecto en los trayectos
(necesariamente).




Autora: Griselda Espiro                                           28-11-05

abril 19, 2009

Herida de nacer


“la vida puede ser un vendaval
que sacude mis sueños y tus duendes
pero
la vida tiene obligación de muerte”

Mario Benedetti



Cuántas vidas en esta vida,
con la herida de nacer bosquejada en la garganta.
Maneras que orientaron el tallo hacia la flor.

Postas atrás, la mirada.

Espuma de permanencia y trago que no se bebió.

Cuántos cielos en este cielo de abrazos y migajas.

Alguien pasó por aquí,
alguien no tiene tiempo,
ahora.


Autora: Griselda Espiro
14-03-2007

abril 15, 2009


Alas ligeras a la muerte
(para que se vaya)



Autora: Griselda Espiro

Una quietud de horas en duermevela le empastaba la boca y le imponía ronqueras azules en la garganta roja. Veía desde lo alto una calle, ruidosa, tragimágica, como de cera derretida y fuego, cinta movediza con asteriscos y líneas de colores que se desplazaban echando claridades, tal vez, sobre algún rostro, algún ceño fruncido, algunas palideces de nube sin agua.

Drásticamente abjuró el vicio con el último cigarrillo, estrujó el paquete vacío y caminó sobre la senda gastada de los otros, al tiempo que filtraba, entre sus piernas adormecidas, el viento gris del pasillo gris. Sospechaba infiernos en cada sonido, la herían los maullidos y las caídas estrepitosas de los gatos sin dueño, los cuchicheos, el envión de los ascensores, los gemidos, la tapa de una olla, las ruedas del carro y el tubo de oxígeno que vibraban sobre andamios de urgencia o ese runrún de las palomas en las cornisas; y sus pichones, desprevenidos del alba, anidando en los huecos de los muros, esos muros que gritaban sin voz ni asombro, así las palomas no se marchaban.

Ella sabía, los miedos apretujados en el vientre. Los dedos exiguos de señalar razones. Pero no resignaba la esperanza, y oía, silenciosa. Cadente y silenciosa. Sola entre familiares soledades, las sentencias de los vigías inermes.

¿Quién pudiera modificarle el peso a la vida cuando se cae, y ponerle alas, alas ligeras a la muerte? A la muerte sí, para que se vaya.

Blanca de no querer pasar por lo que pasaba, tenía tanto cielo sin rezar en las estampitas de su cartera. Todavía le quedaban, las caras de los ángeles, mirándola, por las hendijas de las puertas cerradas.

¿Cuál hambre? ¿Cuál sed? ¿Cuál cansancio anestesia el dolor de una despedida?

Bajó la escalera donde los pisos húmedos y ni siquiera marcó sus pisadas. Salió hacia la calle que parecía lejana. La sobrevolaron las palomas. Los muros le gritaban, apiñándole los hombros con un ábaco de recuerdos. ¿Quién se llevó las palabras?
Era otoño incipiente. Amanecía noche un día de marzo.


23-02-2006

abril 13, 2009

Primapiedra




Autora: Griselda Espiro



Quién se autoproclama juez
y resuelve casto
(perdón, oh verdugo)
cuando sabe que alguna vez
cerró la puerta
y al volver no estaban
ni el pálpito ni el púlpito ni Dios.

Quién no desoye los lamentos
y luego gime
con su clavo y su madero
hasta la próxima resurrección.

Quién dice no soy como aquél
para después ni ser.

09/09/2005

Tres fases

Autora: Griselda Espiro

Fase 1

Delicia en la mirada.
Palabras de arena
y el beso
besándome.


Fase 2

Un sol a pleno
el deseo
en un tuve tiempo sin tiempo
y edad sin edad.


Fase 3

La visa del sueño
y más allá de la ceguera
en la playa sola del después
el amor muriéndose.


01-07-2005

abril 11, 2009

Flashes



Compañía
La mujer se miró al espejo y vio la soledad
acariciándole la espalda.


Desatino
No era serio aquel hombre, se robó una flor y me dijo te quiero.


Indiferencia
La hojarasca le abrazaba los pies, otoño en celo. Aún así,
fue primavera.

Autora: Griselda Espiro

22-12-07

abril 09, 2009

Esquina de medianoche




Autora: Griselda Espiro



El perro ángel que ignora, por costumbre, al auto que pasó.
La común ausencia, en dominó con una fatiga que también se fue.



¿Quién dice soledad sin primero sentirse solo?

Alguien se golpea la boca, y el grito
reverbera con dibujos de escalas
que trepan los canteros de la plaza.
Almas y destellos de almas,
rosas,
bajo un rocío
que purifica pasto y aire, poniéndole aureolas
a las luces amarillas que parecen blancas. Un rocío
ajeno
a los recovecos de las palomas
y a los recintos de las sombras (de esas,
las muy sombras,
que pergeñan ardides, para que una vez más,
sobre el sendero de baldosas rojas,
un hombre y una mujer
se mientan eternidad).

La quietud me incorpora
hasta respirar
los vértices fríos,
me busco en derredor,
indago los espacios
y resuelvo con una zozobra pagana.
Soy presencia que no impide
el remolino de las hojas,
me recrea en paralelas la noche,
sin mirar que miro
las agujas del reloj.


¿Quién dice soledad sin primero sentirse solo?


13-05-06

abril 08, 2009




Égloga del ángel



Autora: Griselda Espiro



El cartel vial, que indicaba curva y contracurva, rozaba con algún yuyo matrero, improvisado violín del viento. El sol, hostia de fuego, se guardaba lento para que no doliera la noche, y los pájaros como en un sagrario, aquietaban sus alas en un rezo. Cuánto espacio tenían las horas, y qué lejano se veía el camino. Apenas podía divisar al paisano, bolsa en hombro que silbaba un chamamé. -Adiós -me decía, y yo le sonreía, con la mirada esfumándoseme en la polvareda. El cielo descendía con cada estrella que cobraba intensidad, y el olor del aire me paría de nuevo.

Cada tanto en el sosiego algún vehículo mordía terrones hasta el eco de la ruta, pero al instante, se recomponía ese silencio vivo que me permitía suceder descalza sobre el rocío, piesitos trigueños de siesta estival. Vivir era tan simple como tomar agua de pozo fresquita y hacer el recuento de los gansos y los patos que formaban fila detrás del paraisal, o como las marimonias y las margaritas hechas ramilletes para la imagen de la Virgen, o como la rodaja de pan casero tibio que acompañaba el mate a la hora de la novela.

Tras la hoja abierta de la ventana, me despertaban el apetito los aromas de la cocina.
-¡Vamos, adentro! -me decía la Abuela, con firmeza para que obedeciera, pero yo seguía jugando, aprendiz de poeta, sabiéndome amada, volando... sin imaginar el chistido de la lechuza, mientras el vaivén de mi sillón en la vereda vieja de ladrillos, le ponía diapasón a la serenata de grillos, y por allá enfrente, sobre una lomada, dos luciérnagas acometían un faro, con la intermitencia misma de la niñez hecha canto.

29-09-2005

abril 05, 2009

Mensaje



Autora: Griselda Espiro


Dile a la que fui,
que me habita todavía
donde la corte celeste de su risa
y el eslabón verdiazul de su tristeza.
Dile que juega en mi gesto con el desenfado de un sol,
que no aprendí a ser
sin ella,
que no me juzgue si la negué,
y comprenda,
fue cabal estrategia.
Dile que le guardo los brillos,
le atesoro la música,
le relevo los poemas cursis y la envuelvo
con olor a tabaco rico y el ruido
que hacen al estrujarlos, los paquetes vacíos de los cigarrillos.
Dile que la espero en el banco recién pintado de una plaza
con el vaticinio del rezo y la fábula de un romance nuevo,
con las cuentas de nácar por series de diez
y el después de una promesa.
Dile que no estaba tan equivocada
pero que por favor...
no insista con lo de la otra mejilla.


21-10-2006